lunes, 23 de noviembre de 2009

"Bajo la sombra del limonero"

La primera vez que pasé frente a la masía, me quedé prendada de su belleza antigua. Durante muchos años había ido y venido por su vera sin pararme a contemplarla de cerca. Pero aquella mañana, cuando bajé del coche y caminé hasta su entrada principal mientras cerraba mis ojos, olía el aroma a tomillo y hierbas silvestres por doquier, que llenaban de placer todos mis sentidos.
Frente a la entrada principal se erguía un hermoso limonero, lleno de fantásticos limones verde amarillentos. Su olor era intenso y agradable, cómo hacía muchos años atrás olían los frutos a su aroma natural, porque hoy en día, desgraciadamente, no podemos decir lo mismo. El sol se alzaba allá arriba y el calor empezaba a hacer estragos haciendo que me quitara la rebeca que llevaba sobre mi camisa blanca. Bajo el limonero, una mesa con dos sillas se escondían de sus rayos de luz.
Desde allí, nunca hubiera imaginado que no dejaría de escribir hojas y hojas de papel inspirada en la madre naturaleza. Las horas volaban sin apenas darme cuenta y la inspiración se acrecentaba en cada frase escrita.
Imaginaba que algún día cuando tuviera nietos, podría sentarlos en mi regazo y contarles mis historias de juventud y adolescencia que escribí bajo la sombra del limonero.
Me tocó vivir un fuerte año de crisis mundial que no se había vivido desde los años treinta. La población entera vivía consternada por los acontecimientos que nadie hubiera prevenido y llegó a causar mucha banca rota, muchos desahucios, mucha miseria, e inseguridad por el futuro. Pasarían meses de recesión y miedo a que el trabajo se terminara porque aquello era una cadena que iba arrastrando a todo ciudadano de a pie.
Llegó el invierno. La chimenea encendida. La música de Miles Davis sonando desde el compact disc. Y tras la ventana del gran portalón, sigo mirando hacia fuera viendo cómo el día se acorta y la noche se hace oscura dejando asomar su blanca luna en el horizonte.
Noche de sábado a domingo. El viento no deja de soplar con fuerza. Escucho las hojas de un árbol azotando los cristales de mi habitación. La lluvia empieza a caer con tanta bravura que termina escuchándose un ruido estrepitoso de cristales rotos en mil pedazos. Asustada bajo las escaleras corriendo y encuentro la ventana abierta y trozos de cristales en el suelo. La aceitera derramada sobre la mesa de madera y un par de platos desquebrajados alrededor. Recojo todo el estropicio y vuelvo a la cama, arropándome, buscando calor y regocijo bajo el edredón. El silencio regresa de nuevo. La lluvia y el viento desaparecieron. Llega la calma y el sueño se apodera de mí hasta caer rendida.
Suena el despertador. Son las siete de la mañana. La radio se ha encendido automáticamente y escucho las noticias del día. Nuevas elecciones en América. Por primera vez en la historia, un hombre de raza negra gana las elecciones por una mayoría impresionante. Quizás él pueda darle la vuelta al mundo y hacer que la confianza y la esperanza regresen a cada uno de nosotros.
Podríamos hablar sobre la sociedad que nos rodea. Todo ha cambiado tanto en tan poco tiempo que se me eriza la piel. No hay apenas disciplina, ni hay humanidad, ni hay sentimientos. Hay tantas cosas innecesarias que no me extraña que estén las personas tan ahogadas. Los miedos viven dentro de nosotros a cada paso que damos. Nos sentimos inseguros, observados y a veces manipulados. Y te das cuenta cómo el grande se come al pequeño con una frialdad corrompida.





Cuantas veces al levantarme quisiera tener una varita mágica y arreglar el mundo, como en mis sueños de aventuras e historias fantásticas e inimaginables. La realidad supera a la ficción. Pero no dejemos de soñar, de tener ilusión. No dejemos de ser uno mismo sin ambición, y si a veces nos equivocamos debemos buscar la manera de rectificar y saber pedir perdón. Siempre hay un motivo para hacer sacar la sonrisa de alguien. Cada día en mi masía era particular, singular y a veces diferente. Caras nuevas y conocidas pasaban frecuentemente a visitarme. Era el espacio íntimo que buscaba una persona. El lugar donde se puede uno olvidar por unos momentos de sus problemas. Ese ambiente que te envuelve, esa conversa que te alienta, esa exquisitez de cocina casera que preparaba.








El despertar de aquel domingo, tras un sueño confundido e inexplicable me dejó pensativa por saber qué significaría. Soñé que me encontraba en una oficina tras una mesa , como si yo fuera la administrativa, y cuatro personas estaban frente a mí, al otro lado de la mesa y estábamos todos inmóviles , como esperando que alguien diera las órdenes del trabajo que debíamos desempeñar. Sin darnos cuenta apenas, pasaron las horas y la sirena de la empresa sonaba a su fin del día laboral. Todos iban abandonando la oficina y yo fui al baño para asearme y al salir, me di cuenta que la puerta estaba cerrada y no podía abrir, gritaba alto para saber si alguien podía oír mi reclamo. Empezaba a ponerme nerviosa, hasta que de repente una mujer, abrió la puerta; imagino sería la señora de la limpieza, me enseñó un timbre automático que era el que abría la maldita puerta. Salí corriendo sin dirección y sólo pensaba que nadie me había dicho a qué hora debía regresar al día siguiente, ni que tipo de ropa debía llevar. En ese instante me desperté. Me fui a darme una ducha y durante media hora dejé que el agua templada bañara mi cuerpo. Si supiese su significado, la preocupación de que fuese una premonición de un futuro incierto, no deja de rondarme por esta cabecita loca mí.


Siento como si estuviera perdida en el desierto. Hay tanta calma que incluso escucho el viento entrando a través de las paredes. Hola, hola, hay alguien? . Nada.
Ponerle un mantel color cereza a las mesas, creo que quedará precioso con esta decoración tan rústica. Las copas de plata, los cubiertos de alpaca, los platos de cerámica, muy bien. Parece que va tomando color el comedor. Empieza a tener personalidad y comodidad. ¿y si le pongo la alfombra? Le daría ese toque de invierno que necesita. Espera, la voy a buscar. No sé cuantos años debe tener, la pobre está un poco vieja y algo descolorida. Si supieran que me costó sesenta euros limpiarla en la tintorería, me dirían que estoy loca, pero fui engañada por la dependienta cuando se la llevé y al preguntar a cuanto salía, me dijo a quince euros, dio por sentado que yo debía saber que ella se refería al metro cuadrado. Pero en fin, pagué la novatada. Siempre seguiré pensando que podía haber comprado dos buenas alfombras nuevas.


Finales de noviembre y sin darnos cuenta apunto llegan las navidades. Aunque parezca para muchos una época de felicidad y regalos, para otros les llega la melancolía y tristeza, algunos por coincidir con el aniversario de la pérdida de algún familiar suyo. Es curioso que en muchos países cuando se muere alguien, lo celebra sabiendo que su ser querido pasa a una mejor “vida”. Y los tiempos son tan cambiantes que hoy en día se celebran hasta los divorcios. Así que siempre quedará la persona que no entienda esta clase de fiestas.
Estos últimos días corren noticias de una joven inglesa de catorce años que tiene leucemia y que ha pedido que la dejen morir, pese a que está pendiente un trasplante que le alargaría la vida diez años. Creo que tiene que ser muy valiente y la admiro por ello. Espero y deseo que se cumpla su voluntad. La madurez no está en su corta edad. Está en su dura vida que la ha hecho madurar mucho más que cualquier niña de su edad.
El día pasó tan rápido que por unos momentos cerré mis ojos, y soñé despierta. Me había enojado al perder mi pent drive, con hojas y hojas escritas de un momento de inspiración. Estúpida de mí, vuelvo a caer en descuidos. Será la edad…







Lunes por la mañana. Un señor moreno, de unos treinta y tantos conducía su vehículo viejo, medio destartalado por una carretera de segunda, cuando cerca de un desguace, un coche de la autoridad lo obliga a detenerse frente a ellos. Le piden que baje del coche y le dicen que van a desmontar su coche en busca de drogas. El señor le habla con educación pidiendo que hagan traer a un perro especializado en husmear, pero que su coche no se desmonta, si luego no lo van dejar igual. Mientras esperaban al perro policía, ese hombre se acercó a otro individuo que estaba a pocos metros de él, recomponiendo las piezas de su vehículo, como si de un rompecabezas se tratara. Una hora después, llegaba una patrulla con el perro, el cual después de rastrear todo el coche, no hizo ningún movimiento sospechoso de nada especial. Entonces, los agentes se dirigieron al señor y le obligaron a subir a su vehículo para llevarlo al hospital donde le hicieron una radiografía a fin de poder encontrar substancias estupefacientes en el interior de su estómago. Una vez más, no encontraron nada, tras más de cuatro horas retenido, le pidieron el carnet de identidad. Una vez tenido en las manos del agente, éste lo miró a la cara y bostezó:- Ah ,usted no es magreví????, es español???? Aquellas palabras le repetían como eco en sus oídos, y cualquier disculpa, no era procedente después de haberle echo pasar por todo aquel calvario, con lo fácil que hubiera sido desde el principio pedir su documentación. Entonces el señor exigió que se le acompañara de nuevo a su vehículo. No sin antes pedirle el número de agente para poder hacer la reclamación pertinente. Durante aquellas horas, su mujer, no cesaba de llamar al teléfono móvil, desesperada por su callada por respuesta. Un incidente que recordarían y que les haría pensar, cómo por tu aspecto, puedes llegar a pasar por situaciones tan incómodas como aquella…..






Martes. Madrugada de un día de fiestas mayores de pueblos y aldeas. Maria, a pesar de ser joven, tenía una niña de tres años, fruto de una relación pasajera. Ella era demasiado alocada e inconsciente y no imaginaria que su actitud, llegara a terminar en una tragedia. Javier se presentó a la casa con un ramo de flores rojas para impresionar a su joven amada. Estaba loco de amor por su belleza y su sensibilidad. La convenció de salir esa noche un rato a bailar a la plaza del pueblo. Ella pensó que mientras su niña dormía, nada habría de malo dejarla una hora a solas dentro de su cuna. La encerró con llave y salió con una sonrisa cogida de la mano de Javier. La música y los constantes halagos de ese chico, anularon el tiempo, y su reloj se quedó parado sin darse cuenta que ya habían transcurrido tres horas desde que partió de su casa. De regreso a ella, dos cuadras antes de llegar, visualizaron unas enormes llamaradas saliendo de un edificio, conforme iban acercándose se dieron cuenta que la casa que ardía era la suya. María empezó a gritar y correr con lágrimas en los ojos y gritando:- “ Marta, Marta”….. A la niña la encontraron muerta y carbonizada dentro de su cuna donde su madre la había dejado horas antes. El dolor y la impotencia, mezclada con la imprudencia, estaba marcada en la cara de María.





Miércoles.
Antonio e Irene hace veinte años que trabajan en la misma fábrica. Tienen dos hijos en común, Miguel, y Miriam, que tiene síndrome de Down. Tras una lucha de diez años buscando a un segundo hijo, y cuando por fin lo consiguen, la vida les da un hijo con discapacidad. Este echo los hizo más unidos y lucharon codo con codo. Cada tarde después de salir de trabajar, se dedicaban a ir a una asociación para personas con síndrome de Down, y allí les ayudaban, les comprendían, y compartían experiencias similares con otros padres. De repente, la empresa donde habían trabajado toda su vida, se declara en quiebra. Empiezan a hacer suspensión de pagos, y les dan unas semanas para terminar. Con una paga mísera y la parte proporcional a los años trabajados, sólo pensaban en cómo podrían reconducir sus caminos en un nuevo trabajo y cómo pagar la hipoteca y los gastos que debían. Aquello era una pesadilla que estaba pasando en muchas casas de alrededor del mundo, debido a la fuerte crisis que hacia meses había empezado.
Irene se armó de valor y empezó a dar voces a través de la asociación para poder encontrar trabajo. Una luz apareció y los dos pudieron empezar a trabajar en la asociación ayudando a otros niños con problemas y aquello que al principio parecía un miedo a quedarse en la calle, los salvó del naufragio, la fe que ambos tuvieron y la lucha constante en que se embarcaron desde la primera vez.






Jueves. Julián llevaba cinco años de noviazgo con Carmen y estaban ilusionados haciendo preparativos para su próxima boda. Hacia dos semanas les habían entregado las llaves de su nueva casa. Tenía un jardín y un pequeño riachuelo cercando la parte trasera. Era primavera y todo estaba de mil y un colores. Flores y enredaderas enlazando la valla de madera. Todo parecía como un cuento de los que cuentan cuando eres niña. Se casaron en una pequeña ermita que había en la montaña del pueblo. Ella lucía un sencillo vestido blanco de gasa. Él vestía un traje oscuro y pajarita color crema. De invitados, justo la familia más cercana y cuatro amigos de juventud. Todo salió perfecto. La ceremonia, y el pequeño banquete que organizaron tras su boda.
Pasaron pocos meses después del evento, cuando a Julián le habían ascendido en su trabajo y le dieron el resto del día libre para que pudiera celebrarlo con su esposa. Llegó a su casa emocionado, y cuando abrió la puerta se encontró con un inesperado incidente. La música sonaba demasiado fuerte. Se acercó hasta el dormitorio, de donde salían risas femeninas e inocentes, y al abrir la puerta, su esposa estaba en la cama con otra mujer. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Su corazón se encogió como un puño y sus ilusiones se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos.
No se sabes si el sentimiento de ser traicionado por otra persona cuando todo era color de rosa, es tan decepcionante cuando te das cuenta de que no conocías a tu pareja tan bien como tú creías….Carmen ,sólo se llevó dos maletas con su ropa y se alejó susurrando un – lo siento- mientras se alejaba de su casa…





Viernes.
un matrimonio de mediana edad sin hijos , pero con su querida mascota niebla, un chiuaua de catorze años, decidieron irse de vacaciones a Japón. La llegada al hotel de cuatro estrellas fue fantástica, muy cómodo, elegante, con grandes rascacielos. Subieron a la habitación para desempaquetar el euipaje y bajaron a recepción piíéndole al recepcionista que porfavor le guardasen a su perrito mientras iban a cenar.
Se sentaron a cenar y les trajeron la bebida y un entrante que disfrutaron tranquilamente, tras terminar las delicatessen, el camarero se acercó a ellos con una gran bandeja de plata y su tapa aconada. El camarero abrió la tapa y tras la impresión de ver aterrorizados las caras del matrimonio ,no podían creer que su amada mascota, su querida niebla, había sido guisada y se la servían de cena. La señora empezó a sentir que le faltaba el aire y entró en un ataque de ansiedad. Al marido un amago de infarto y esas lindas vacaciones se convirtieron en un mal sueño hecho realidad. Aquella noche decidieron anular el resto de sus vacaciones y regresar a casa, esta vez sólo dos, con un amargo sabor de boca, y el corazón roto que nunca llenaría el vacío dejado por la pérdida de su querida mascota Niebla.


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dia 1 de septiembre de 1978, han comenzado las clases en los franciscanos. Los niños de toda España han ingresado en el internado donde cursaran sus estudios hasta el verano que viene, que regresen a sus casas con sus familiares y amigos.
Todo parecía ir transcurriendo sin ninguna anomalía aparente. Los niños impartían sus distintas clases dirigidas por los curas de la escuela franciscana, alguna tarde a la semana después de las clases los niños iban al gimnasio a hacer deporte. Durante mucho tiempo pasaban cosas extrañas porque en hora de la cena los niños no se presentaban al comedor y muchos padres llamaban desde sus distintas ciudades para hablar con sus hijos. Después de semanas con incertidumbre, una comisión de padres se decidió presentarse in situ para ver qué pasaba con sus progenitores. Cuando llegaron al atardecer, cual fue su sorpresa que vieron todo con las luces apagadas, el comedor preparado para la cena vacío y se dirigieron al gimnasio dónde encontraron al Padre ……….. abusando de los niños en los vestuarios. Uno de aquellos niños decía que era el ejercicio típico de cada tarde, con apenas siete años, e inconscientes de saber diferenciar lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, sufrieron continuos abusos sexuales. Aquello salió en los periódicos de la zona y el Padre fue expulsado del Centro. Unos años más tarde, no muchos más, se abrió una escuela pública en la vecina localidad de dónde habían pasado los tremendos sucesos. Lo que nadie esperaba es que aquel padre fuera aceptado como profesor de educación física y volviera a abusar de otros niños. Otra vez, las portadas de los diarios locales se impregnaban de sucesos antisociales y desvergonzados. Sólo rogar a Dios que no volviera a suceder. Y que cuando un niño viene a ti contando una historia, deberíamos escucharlo y intentar descubrir cuanta verdad hay en sus palabras.





Diecisiete de abril : Parecía una noche tranquila, sin sobresaltos hasta que apareció un grupo de once mujeres en el restaurante. Eran inglesas y sólo entrar me pareció haberme transportado a los estados unidos. Vestidas con trajes palabra de honor y minifalda, tacones de órdago con bolso a juego, rubias (quizás alguna de bote…) y un olor a perfume que te tiraba atrás…
Se dieron a conocer como clientas del hotel cercano al restaurante y las senté en la mesa imperial. La más bonita y elegante de todas las mesas del comedor. Se les invitó a una copa de cava que aceptaron con agrado. Dos minutos después, una de ellas, la que parecía que llevara la voz cantando, se levantó, agarró del brazo al maitre, lo llevó al bar y le explotó con gruñidos que aquella carta era muy cara, que en su país todo es muy barato. Se bajó el top enseñándole el sujetador y diciendo que valían tres euros, seguido de su tanga que valía un euro…. Un espectáculo denigrante…. Entonces el maitre le comentó que aquel, era un restaurante de buena calidad y que es lo que era, y si no hubiera sido por que venían del hotel, daros por seguro que se hubieran ido a la calle….Lo que hay que aguantar en la hostelería…


















Pensamientos de un lunes cualquiera

Cada vez veo más arraigado el confinamiento y más lejana la libertad, encarcelada entre estas cuatro paredes…
A veces no sé si es de día o de noche, no sé si llueve o el calor ha llegado trayendo la primavera. Y siento frío en las noches, y siento un vacío que no lleno.
Dónde quedaron los sueños, dónde la esperanza de la felicidad, de vivir la vida. Llevo tantos meses largos cansada…y a pesar de ello alguna vez esbozo una leve sonrisa, y lo más tonto me hace reir. Nadie puede entenderme, nadie vive en la piel ajena, nadie es dueño de nadie y a veces la soledad es el único amigo
Las facturas no dejan pagar la renta de la casa y a duras penas se puede cobrar un pequeño sueldo para cubrir los pagos, maldita crisis…..El limonero vuelve a sacar su flor, y pronto sus frutos volverán a dejar su olor y a poder ser saborearlos. Quizás haya cambios, los necesarios para poder pensar en el futuro. Maldita cárcel……



















En los años setenta y ochenta ,asiduamente podíamos pasear con la pareja bajo la luna recorriendo la arena de la playa y dejando que el agua del mar mojara los pies, sintiendo esa sensación fresca y ese olor tan particular de playa. Eran muchísimas las parejas que a escondidas, se fugaban en un rincón particular.
Alberto y Rosa llevaban más de un año de novios, y sus veinte años estaban a flor de piel. A Alberto se le había estropeado su coche y le pidió a su compañero de trabajo si podía dejarle el suyo, ya que había quedado con su novia aquella misma noche y su mecánico todavía no tenía arreglado el vehículo. Sin ningún inconveniente Alberto se llevó el coche de Paco hasta el día siguiente. Recogió a Rosa frente a su casa y se acercaron a su lugar favorito, el Faro. Era primavera y el amor se enredó entre el ardor y el deseo. Empezaron a besarse, a acariciarse y finalmente terminaron desnudándose. De repente, los faros de un coche se reflejaron tras ellos y Rosa levantó su cabeza. Asustada y como si del mismo demonio se tratase le gritó a Alberto: “Corre, corre… que la muerte nos acecha…” Alberto echó su mirada hacia atrás y al ver que el coche que les alumbraba era el mismísimo coche fúnebre, sin vestirse ,ni calzarse, le dio a la llave del contacto, apretó el acelerador y salió corriendo playa arriba hasta las afueras donde frenaron y se vistieron, pálidos, sin cruzar palabras y pensando que quizás Dios les castigaba por sus “juegos” sin estar casados….
A la mañana siguiente su compañero le pregunta que si no le había pasado nada extraordinario la noche anterior. Y Alberto sorprendido le cuenta, nunca más iré de noche con la novia al faro… Paco se reía diciéndole que su hermano lo había llamado para decirle :- menudo susto te dí anoche ,eh???? Como no sabía de qué hablaba le dijo que había visto su coche y se acercó para asustarlo. Lo que no sabía era que te había dejado mi coche y que tú no sabías que mi hermano trabaja en la funeraria….

Ruth un mundo entre el sonido y el silencio...

PROLOGO

Hace unos años Esther Mena, la autora de este libro, me pidió que operase a su hija Ruth de un Implante Coclear, ya que era sorda profunda bilateral y para mi fue una satisfacción pensar que depositaba esta gran confianza en mi. Hoy, unos años después, me pide que escriba un prólogo a su libro y lo hago con doble satisfacción. Por un lado, al ver que Ruth evoluciona positivamente y por el otro por que en la vida las cosas mas difíciles se logran con tesón. En el libro, el lector, verá las dificultades de esta familia y como las vencen. Es de admirar que existan personas que no se amilanan y que luchan sin tregua para vencerlas. Personalmente pensaba, que ya era una odisea tener una hija sorda y sortear este handycap a diario, pero descubro, leyendo el libro, que este problema es a más a más, de las otras dificultades.

La medicina y sus profesionales no todos son iguales, por ello no hay que juzgar un colectivo para una actuación particular, sino hacerlo de una forma personalizada.

Por supuesto, que la experiencia es importante en todo. En fecha de hoy, con más de 500 implantes en las manos de Carmen Pujol, como programadora de Implantes Cocleares, y yo como cirujano, creo que podemos dar muchas garantías. Esther nos lo demostró ya desde el primer momento y aún hoy sigue confiando en nosotros a ciegas.

Para Carmen y para mi los pacientes implantados son considerados como nuestra pequeña familia. Todos ellos saben que cuando nos necesitan, allí estamos, fiestas y vacaciones incluidas (especialmente Carmen), pero esto…no es más que una pequeña gratitud por la confianza depositada en nosotros y no podemos fallarles.

Leyendo estas líneas, además de gozar de una vida dedicada a su hija Ruth, podrán disfrutar de una poesía que es en cada momento, la expresión de un estado de ánimo diferente de la madre.

Si alguno de los que leen este libro tienen dudas sobre un caso similar, no duden en contactar con la autora, quien les dará un consejo imparcial, sincero y muy honesto.

Felicidades Esther, por tu esfuerzo y sobre todo por ayudar a tu hija y a los hijos de los demás. Tú si que sabes lo que llevas en tus manos.

Dr. Pedro Clarós

Otorrinolaringólogo

Co-Director Clínica Clarós

Barcelona

Primavera 2007


Este libro está dirigido a todas las personas que teniendo o no, hijos sordos, quieren y se interesan por este mundo tan especial y diferente como la discapacidad auditiva. Muchos de vosotros os sentiréis identificados en alguna ocasión, y otros quizás podáis encontrar respuestas a las preguntas que siempre os hacéis. El día a día al lado de un hijo sordo te hace descubrir nuevos sentimientos y maneras de actuar muy diferentes al de un hijo sin ninguna discapacidad. Deseo poder servir de ayuda, porque para mí el haber escrito páginas y páginas sobre la vida de mi hija ha servido de terapia y de logro personal como un reto que tenía adquirido.

Es un libro muy especial, intercalando momentos de la vida de Ruth con poesía, para que se note los sentimientos de cada etapa, y podáis disfrutar de cada página.

Un hola

Un buenos días

Un sueño

Una sonrisa

Un querer animarte

Un sentimiento encontrado

Una charla de amigos

Un hasta pronto

Un hasta siempre

Porque seguiré apoyándote

Porque estaré siempre


MIRADA DE UNA MADRE


Creo que nunca se asume tener un hijo con discapacidad. Menos se asume, si la causa es una negligencia médica. Este era mi caso. Nunca me había sentido tan insignificante como cuando empezó mi pesadilla, o quizás deba decir nuestra pesadilla al arrastrar a toda la familia. Mi hija Ruth y yo nos llevamos la peor parte. Y por qué no decirlo su hermana Judith, sólo tres años mayor que ella, demasiado pequeña para comprender lo que ocurría, sólo podía darse cuenta de que le dedicaba más tiempo a Ruth, de modo que le devoraban los celos.

Mi tiempo hacia Ruth era muy constante y laborioso. Quizás, sin darme cuenta olvidé compaginar el tiempo para las dos. Me limitaba a hacerle entender a Judith, con tan sólo cuatro años, que su hermana tenía un problema y que tenía que ayudarla. Con los años pensé cómo podía ser tan ingenua, tan mala madre (aunque no sea cierto, pero lo piensas en esos momentos). Siempre hacía la broma de que por qué los niños no vienen con un libro de instrucciones cuando nacen. Y en aquellas circunstancias, todavía lo deseaba más.

Tenía el apoyo de profesores y profesionales que me apoyaban y me felicitaban por el esfuerzo y la dedicación que tenía hacia Ruth.


Siete de Junio de mil novecientos noventa y cuatro.

Nace mi hija Ruth. Pesa tres quilos y mide cincuenta centímetros. Una niña sana, con el pelo color azabache. Es preciosa. Mi hermana Eli trae a Judith para que conozca a su hermana recién nacida. Le hacemos su primera fotografía juntas. Judith la abraza con sus brazos protegiéndola como si fuera su más preciado juguete.


El ser madre por segunda vez, hace revivir ese sentimiento tan profundo y con tanto amor como cuando nació Judith. El tiempo se detiene, la juventud revive.

Vivir es un sueño, es mi alegría. La esperanza, la ilusión, mi sonrisa. Como definirte. Eres como el amanecer, eres mi sol. Como la noche, eres mi luna, mis estrellas. Tu risa me provoca la mía, tu mirada me provoca dulzura. Y las dos, Judith y Ruth me habéis hecho la mamá más feliz de este mundo.

Hoy el sol ha brillado para ti, mi dulce retoño.

Hoy el mar ha susurrado su canción.

Hoy libero mi corazón.

Hoy soy feliz.

Paso a paso, mirando hacia delante, sin mirar atrás. Con valentía, cerrando los ojos, inspirando hondo y llenándome del momento y disfrutar de mis niñas.

Aquí, sin miedo ni ataduras.

Allí en el pensamiento, por que te llevo dentro,

En mi cuerpo, en mi mente.

Más allá del firmamento.

Las miradas cómplices,

Las caricias mutuas,

Los susurros inocentes,

Las preguntas inexistentes.

Te hablaré con mis caricias,

Te pediré con mi sonrisa.

El silencio envuelve el espacio

Y caerá la brisa.

Quizás lloremos, o quizás reiremos

Pero es nuestro momento,

Mi momento, sin más.


Una noche, semanas después de nacer la encontré muy caliente, le puse el termómetro y al ver que tenía treinta y nueve de fiebre, la llevamos a urgencias a las tres de la mañana. Esperamos durante dos horas en la sala de espera. Yo sentí como la fiebre le aumentaba lentamente. Entramos a una salita y allí, la enfermera era incapaz de colocarle bien la bolsa para coger una muestra de pipi. Finalmente fui yo la que pudo llenar la bolsa. Después de hacerle el análisis, la tuvieron que ingresar. Aquella madrugada todo era silencio en una habitación que nos designaron para mi bebé y para mí. Me quedé con ella porque yo le daba el pecho. Debían descartar una meningitis, porque muchos bebés pueden tener esta enfermedad. La noche siguiente al ingreso era la noche de san Juan. Desde la ventana de la habitación vislumbraba los fuegos artificiales en una clara y calurosa noche, la noche más larga del año. Para mí, al menos sí lo fue. A Ruth le administraron antibióticos vía intravenosa durante cuatro días. Una semana más tarde le daban el alta sin ninguna anomalía aparente. Pero la sorpresa la recibiríamos un año más tarde.


Miedo a que desparezcas de mi vida

Miedo a no poder quererte

Después de estos nueve meses

En mis entrañas, mi querida niña

Volví de trabajar y recogí a Ruth en casa de mi abuela. En verano mi abuela siempre venía a pasar los meses estivales en su casa que tiene cerca de la mía. Me iba bien tenerla porque en ese tiempo podría prescindir de la chica que tenía para cuidar de mis hijas. Además nosotras somos una familia muy unida. Nos gusta estar juntos, comer juntos, a pesar de que cada uno de nosotros ya teníamos nuestras vidas, era un vínculo muy estrecho el que nos unía. Una tarde de regreso del trabajo mi abuela me comentó:”¿quieres decir que la niña oye?” y yo me quedé extrañada de aquella pregunta. Me decía que la llamaba desde la cocina y la niña no le hacía ni caso. Seguía dentro del parque jugando con sus peluches. Por la mañana la llevé al pediatra para comentarle la sospecha de mi abuela. El pediatra no le vio aparentemente nada anormal, pero me aconsejó que en casa pusiera la música muy fuerte cuando estuviera dormida para ver si reaccionaba. Volvimos a casa. Cuando se durmió, encendí la radio, pero Ruth dormía como un ángel, ajena a cualquier ruido externo. Regresé a la consulta y le confirmé al médico que la niña no reaccionaba.

Cual es el camino correcto

Cual es la lección aprendida

en el día de hoy

Cuando intento tocar de pies en la tierra

Mi mundo de fantasía se derrumba

desaparece como por arte de magia

Algo se rompe

Algo que creí importante

y que ahora se ha convertido en nada

no puedo entender

cómo he podido esperar algo nuevo,

algo diferente

por que cuando lo intento

en pocos minutos, se rompe el encanto

y vuelvo a caer en ese precipicio sin final

esperando que alguien recoja

los trocitos de mí que todavía queden…

Me entregó un volante para llevarla al Hospital Universitario San Juan de Dios de Barcelona, para hacerle unas pruebas en el servicio de otorrinolaringología que dirige el Dr. Pedro Clarós. Allí a Ruth la colocaron en una camilla y empezaron a ponerle cables en la cabeza en busca de unos resultados que luego devendrían en unos “famosos” potenciales evocados auditivos, que sirven para saber si el paciente oye o no. Ruth quedó ingresada durante dos días para poder practicarle varias pruebas en el hospital; audiometrías, timpanometría, TAC, resonancia magnética, pruebas neurológicas, análisis de sangre, otoemisiones acústicas, exploración psicológica, etc. Una vez obtenidos los resultados, entramos a la consulta del doctor. Sentada frente a él me sentí como en una sala de un juicio esperando el veredicto de inocente o culpable. – Su hija tiene una hipoacusia bilateral profunda - aquellas palabras se me clavaron como un cuchillo en el corazón. Mi respuesta de inmediato era que me quitaran a mí el oído para que la nena pudiera oír.

Cual es el secreto de las despedidas

No lo tenía en mi diccionario

Quisiera cerrar los ojos

Y al despertar,

Ver que todo fue un sueño

Una pesadilla.

Cómo te transmito

Esta impotencia

No estoy enfadada,

Estoy indignada

Jugué con fuego y me quemé

Mi cuerpo se quedó sin vida,

Y mi mente, vacía.

Soy como el olvido

Que no ha existido

Que mi llanto no me ayuda,

Me ahoga

Es un dolor que me quema

Y acaba con mi alma

Del blanco al negro

De la luz a la oscuridad

Y yo vivía en una fantasía

Que yo misma me creé

Lo malo es que sin ti

Me siento morir

Empezaron miles de preguntas dentro de mí. De nacimiento no era, ella se asustaba con un portazo. Aunque si que después de salir del ingreso en el hospital, Ruth era un ángel, mis amigas me decían que era una niña muy buena y muy tranquila. Ahora entendía que, como no oía, nada la molestaba. Viendo los resultados de la vez que estuvo ingresada, descubrieron el porqué de su sordera. A Ruth le habían administrado un antibiótico llamado gentamicina, con diecisiete días de vida cuando estuvo ingresada en el hospital. Nadie me había avisado que ese medicamento era ototóxico (que daña el oído) y que a los niños que se le administraban pueden quedarse sordos.

Dime qué te digo

Qué te cuento,

Aunque no sé cómo

Aunque lo intento.

Pon tu mano en mi cuello

Para oír mis palabras

Para sentir mis vibraciones

Porque así te siento.


Nos recomendaron comprar unos audífonos para sus diminutas orejas y así aprovechar algún resto auditivo. Nos acercamos al gabinete audiológico para ver los audífonos. No entendía nada de ese tema. Pero tenía que confiar en el asesoramiento y ver qué era lo mejor para Ruth. Le prueban sus primeros audífonos con un año de edad. Le hacen su primera audiometría para ver la reacción de Ruth con los aparatos puestos. Es demasiado pequeña para fiarse del resultado, pero el beneficio será positivo. A medida que vaya pasando el tiempo y se lleve un control asiduo de audiometrías, llegará el momento de tener unos resultados fiables al cien por cien. El campo libre se utiliza cuando los niños son muy pequeños y la audiometría tonal liminar, cuando ya son un poco más grandes y la colaboración es más fiable.

Los audífonos eran tan grandes para sus orejas que tuve que atarlos entre sí con un hilo de seda de pescador y sujetarlo con un imperdible a su jersey. Sus primeras curiosidades no tardan en aparecer. Se toca las orejas y se encuentra los audífonos. Se los quita, se los pongo. Se los vuelve a quitar, se los vuelvo a poner. Y le doy un juguete para que tenga sus manos ocupadas y no se entretenga con los aparatos.

La adaptación parece ser positiva. Imagino que siendo tan pequeña es más fácil acostumbrarse a eso, así como el que cada día la peina, la viste, le ponga sus calcetines y sus botitas. Es hábito, nada más. Y el aprendizaje debía empezar por allí. Llevamos a Ruth al CAD (Centro de atención al discapacitado) para hacerle el certificado de discapacidad. Después de varias pruebas y entrevistas administrativas, le han escrito que tiene un 35 % de discapacidad. Eso no significa que Ruth tenga el 35% de audición. Es un baremo que marca la discapacidad global, pero que no tiene que ver, en absoluto con el grado de sordera de Ruth.

Podéis sentir a través de estas líneas

Como un alivio en el corazón

Como alguien que os comprende

Porque soy como vosotros

Expresado en un libro

Lo que todos sentimos

Cuando amamos

Cuando sufrimos

Cuando protegemos

Cuando nos sentimos solos

Pero unidos por los hijos

Los hermanos

Los padres

Los amigos

A veces,

Creemos estar solos

A veces,

No hablamos con los nuestros

A veces,

Nos equivocamos

A veces lo sentimos.

Dejemos una puerta abierta

Para que una luz aparezca

Y seamos felices

La felicidad no está en la riqueza

Está en nuestros corazones.

05-09-1995

Una fecha que nunca olvidaremos. Sobre las once de la noche las niñas ya dormían en su habitación, y nosotros nos relajamos en el sofá para ver una película del oeste. Teníamos en casa a un invitado, un amigo nuestro de Holanda que desde que nos conocimos cinco años atrás hemos tenido una buena relación y cada año viene a pasar sus vacaciones a nuestra casa. Estaba dormida cuando de repente mi compañero me despertó gritando:- “fuego, fuego”, Me desperté sobresaltada y fui corriendo a la habitación de mis hijas, las cogí en brazos y salí corriendo de la casa escaleras abajo. Judith tenía tres años y Ruth un año y tres meses. Se acercó un coche hasta nuestra casa alarmado por las grandes llamaradas que salían desde todas las ventanas de la casa. Todo era fuego. Los bomberos tardaron en llegar media hora porque se habían equivocado de calle. Mi compañero corrió a despertar a nuestro amigo porque no se había despertado a pesar del intenso humo que había en el interior de la casa.

Era una situación muy dolorosa. En menos de tres meses me habían ocurrido tres grandes desgracias. La 1ª fue que Ruth se quedó sorda a causa de la gentamicina en el hospital; la 2ª que me ahorcaran a mi perro porque un vecino no soportaba los aullidos del animal, y 3ª era el haber perdido completamente toda la casa. Todo lo que habíamos luchado durante años, se había fundido en menos de dos horas. A la mañana siguiente la imagen era desoladora, en la pared de la habitación todavía se podía ver los elefantes con mariposas y flores que había dibujado con mis propias manos antes del nacimiento de Judith, una noche en la que soñé con ello y me levanté para coger un lápiz y plasmar en la pared ese sueño tan bonito que había tenido. Al levantarme, era real, la pared estaba decorada con cuatro graciosos elefantes y flores y mariposas alrededor, con su césped a los pies de los animalitos y alguno con su trompa alzada al sol.

Tan mágico como un amanecer,

Tan dulce como el beso de un niño

Tan especial como una ilusión

Tan bonito como la amistad

Tan lejano, tan cercano

Tan mío, tan tuyo

Tan diferente, tan igual

Tan tonto parece este refrán

Escribo en momentos

A veces sin sentido

Otras con sentido

Muchas emocionada.

Decidimos vivir en una casa cercana a la nuestra mientras nos hacían de nuevo nuestra vivienda. Y reconstruimos muy lentamente nuestras vidas como modestamente pudimos. Seguir con el trabajo y el reto de seguir el camino para Ruth que nos habían marcado.

De la nada sale un todo

De un todo se pierde mucho

De una lucha hay un perdedor

Y vuelve a empezar la cadena…

De la nada sale un todo…

Me piden que lleve a la niña al centro de atención precoz. Su logopeda se llama Mercedes, su primera profesora. La llevo a la guardería con dos años para que empiece a relacionarse con otros niños. Vivimos en una urbanización en medio del campo sin niños alrededor, sólo bosque, árboles, naturaleza. Cada vez que voy a recoger a Ruth a la guardería para acompañarla al centro de atención precoz, la directora me pone mala cara, le molesta que deba sacar a la niña fuera de la escuela varias veces a la semana sin pararse a pensar que la niña necesitaba una atención especial; aquella situación duró dos años, hasta que entró en la escuela con tres.

El primer día de clase en párvulos, entré con la niña para explicarle a todos, niños y profesores, que Ruth era una niña distinta a ellos, porque era sorda, llevaba dos audífonos en los oídos para que les pudiera oír. Era muy importante que le miraran a la cara cuando quisieran hablar con ella. Su profesora, Nuria, era muy buena docente. Durante años había sido profesora de Judith y tuve la suerte que mi otra hija pudiera aprender con ella. Como logopeda dentro de la escuela le asignaron a Suen; es una profesora itinerante que envía el Centro de Recursos Educativos para Deficientes Auditivos de Cataluña. Ruth dejó de ir al Centro de atención precoz y empecé a llevarla a la agrupación de niños sordos en Sant Feliu del Llobregat, con dos logopedas para que le enseñaran a entender lo que oía. Las dos logopedas trabajaban con cuatro niños más como ella, Hector, Marta, Laia y Ester. Utilizaban un aparato llamado “suvag” que hace que mediante la vibración en contacto con la piel del niño puedan tener sensación a través de vibración. También aprendería la labiolectura y algún que otro signo con el que al principio, le fue muy bien comunicarse. Las audiometrías las hacía una vez cada trimestre, allí mismo José es su audioprotesista. La complicidad entre ellos es muy buena. La colaboración también. A Ruth se la ve como pez en el agua. La alegría y su ingenuidad estaban allí, al margen de los duros momentos que yo pasaba, el aprendizaje para ella, debía parecerle normal. Y quizás más ahora que se vería acompañada con niños como ella.


PARA RUTH:

Dime cielo cómo poder explicarte lo que siento si en tu mundo inocente no distingues el bien del mal y aunque trato de enseñarte nos separa la barrera del sonido, tú con tu idioma yo con el mío, a veces no me entiendes y queriendo explicarte el porqué de la vida acabas gritando, y cuando te das cuenta de que me echo las manos a la cara llorando te acercas y me besas. Con tus besos me despiertas felicidad, pero no podrás jamás entender que por dentro la rabia y la impotencia me corroe, quizás cuando te hagas mayor podamos entendernos y fundir nuestras almas en el más bello amor que existe en este mundo: el de madre e hija. Te quiero.



Ignoraba por dónde debía moverme para conectar con este nuevo mundo para mí y para Ruth. Alguna persona me preguntaba si ya había pasado por la ONCE, no estaba de más acercarse. Entré en una delegación de la ONCE y les dije que tenía una hija sorda y que venía buscando una puerta abierta, pero salí con una decepción y confundida todavía más de lo que ya estaba. Les hablé sobre Ruth. Les dije que era sorda, y ellos me contestaron que “ en la ONCE no cogemos sordos a no ser que fuesen sordo-ciegos. Cómo lo veis !! A partir de aquí empiezo a hacerme miles de preguntas porque era como si Ruth no tuviera ningún problema, porqué la ONCE no contemplaba la minusvalía auditiva, simplemente, dentro de su grupo. Discapacidades-discrimanadas-discapacidades. Eso era lo que yo veía, que dentro de un grupo de discapacidades discriminaban a otros discapacitados. Puerta cerrada, y mi ego se endurecía todavía más. Mi orgullo y mi paciencia no estaban ni mucho menos al límite de tirar la toalla. De los pocos que me conocen saben que soy una luchadora nata y que ante las dificultades siempre busco soluciones a los problemas.

Muchos ojos no pueden ver

Otros no quieren ver

Lo que alrededor acontece

Lo que inevitable aparece.

Se ofusca la mente

Se cierra el corazón

Se cierran sentimientos

Todo es negro

Aunque tú lo pintes blanco.


Ruth era demasiado pequeña para conocer la realidad. En su mundo, ya estaba acostumbrada al ir y venir constante, a ver a médicos a menudo, a que le tocaran las orejas para poner y quitar los audífonos, a que le hicieran moldes para que no le entrara agua, y a tantas otras cosas por las que los demás niños, como su hermana, no tienen por qué pasar. Mientras los niños están en la clase, los padres y abuelos nos reunimos y nos comentamos cosas de nuestros hijos; cada niño, cada familia tiene su propia historia. Los padres de Ester, son sordos; Mercedes venía con su madre Pilar a tomar el café con nosotros. Tenía dos hermanos más pero eran oyentes. Mercedes se había quedado sorda de muy pequeña. Aunque Ester, con su padre hablaba en lengua de signos; Mercedes me comentó que su marido no quería hablar porque no le gustaba su tono de voz. Con su madre y el resto de familia hablaba. Su hermana Berta también nació sorda.

Mi hermana Eli se apuntó a un curso de lengua de signos en su ciudad y cuando venía los fines de semana me enseñaba y me pasaba algún video con imágenes y una traductora lo explicaba con lengua de signos. Era muy interesante porque se trataban los temas más cotidianos, como la casa, la escuela, la calle, los transportes, las profesiones. Eli creía que era muy importante para Ruth tener una base de referencia con el lenguaje de signos para que tuviera más capacidad de comprensión, la idea era que la niña hablara lengua de signos únicamente con Eli y un día a la semana. Así como los hijos de padres de diferentes nacionalidades aprenden ambos idiomas de manera natural, pretendíamos que Ruth se desarrollara en un mundo de oyentes de la forma más oral posible y al mismo tiempo aprendiera el lenguaje de los sordos. La práctica de este bilingüismo duró apenas un año por que la logopeda de Ruth insistía en que la niña no debía aprender signos, ella creía que que si le resultaba fácil el lenguaje de signos, se acomodaría y no hablaría. Así que después de sentirme muy presionada por ella, acabé por decirle a mi hermana que no enseñara el lenguaje de signos. De este modo el experimento que quisimos levar a cabo murió en el intento. Y nunca sabremos si realmente se habría podido sobrellevar.

Me llamaron de la escuela para que hablara con la profesora de Judith. Cuando llegué, la profesora me comentó que Judith le había dicho textualmente que ella quería ser sorda como su hermana para que su mamá le hiciera más caso. Aquellas palabras me dejaron helada. En ese mismo momento se me abrían los ojos al darme cuenta de la gran diferencia de dedicación entre mis dos hijas. La sordera de Ruth me absorbía de tal manera que no veía más allá de su problema y su realidad. Empecé a pensar que todas las actividades que hiciera con Ruth las compartiría con Judith para que se sintiera cómplice de las circunstancias.

Me compré cartulina de colores y recorté cuadrados para hacer un diccionario de imágenes para Ruth, compuesto por palabras, dibujos y signos de manera que poco a poco Ruth aprendiera el uso de ambas lenguas, signos y oral. A medida que ella se hacia independiente le pegaba “possits” sobre los objetos de la casa. Por ejemplo sobre la mesa podía leer el papel con el nombre de mesa, en cada puerta escribía la sala que era, el lavabo, la cocina, el comedor, la habitación. Y en cada cajón estaba escrito lo que había dentro, si estaban los cubiertos, el mantel, etc. Es como una terapia para todos. Revivir experiencias, preguntar dudas, buscar respuestas. Eso era mi presente.

No puedo tener un contrato fijo debido a los días que debo llevar a Ruth a los diferentes compromisos. Cuando no es el audioprotesista, es el otorrinolaringólogo, o a la Agrupación de sordos.

Era la única manera de poder dedicar más tiempo a mis hijas, y en especial a Ruth. Trabajaba pocos días al mes pero veinte horas al día, doblaba en dos sitios para poder organizar mis compromisos adquiridos.

Muchas veces bajábamos a la playa para dar paseos y jugar con la arena. Para mí cada vez que veía el mar, recordaba una anécdota que me explicó mi abuela hace años sobre la primera vez que mi madre vio el mar y dijo toda emocionada: “Oh! Que lavadero tan grande!!!. Ruth y Judith no han tenido miedo al agua, al contrario se meten mar adentro sin miedo alguno. Una vez Ruth perdió los tapones de los oídos en el agua y no los encontramos. En la arena les enseñaba a hacer castillos con la arena mojada y cogiéndola entre las manos y dejar que pase lentamente hasta que va transformándose en una especia de pirámide. Otras veces hacemos un agujero grande en la arena y las enterramos hasta que solo se les ve la cabeza. Después de una ducha, terminaban la mañana patinando en la rambla. Eran unas mañanas muy entretenidas.

Amanece un domingo tranquilo

El brillo en los ojos me delata

La risa de un niño me da ternura

El sol sobre el mar maravilloso

Me siento relajada, feliz

Las niñas conversan detrás del coche

Se ríen, juegan, cantan

Me uno a ellas y vuelvo a sentir

Como cuando en mi infancia

Las excursiones escolares

Los autobuses de estudiantes

El conductor amable

La parada obligada

El desayuno, un buen bocata

El botellón de agua

La cantimplora obsoleta

La mochila en el lomo

Y el paquete de kleenex

Que no falta.


Quería dedicar las próximas líneas a mi hija Judith. Ella es una niña muy nerviosa, más cuando hace algo que no debe, quizás lo que hace sea llamar la atención por los celos que siente. Le pedía que si me veía gritarle, que me recordara que no lo hiciera. Que me ayudara a que fuésemos buenas amigas. Que fuésemos cómplices ante el día a día. Si es difícil para mí, para ella debe ser mucho más difícil. Yo, como adulta debería ser más responsable, más coherente con las circunstancias. Ella es vulnerable e inocente. La verdad es que durante los tres años que estuvo ella sola conmigo, antes de nacer su hermana, era ella el centro del mundo. Ya se sabe que con la llegada de otro miembro de la familia se acapara la atención al neonato, pero deberíamos aprender a respetar las cosas cotidianas que antes se hacía con el primogénito. Pasarán los años y quién sabe qué secuelas le queda por haber pasado por todo lo que ha debido pasar con su hermana y conmigo. Como siempre hay una esperanza de poder rectificar y hacer llevadero la situación que nos ha tocado vivir.

Se cierran etapas

Se abren caminos

Se cierran sentimientos

Se abren de nuevos

Se piensa diferente

Se asume el riesgo

Que el futuro me guié

Porque el presente es incierto

Me quemo por dentro,

Me duele el alma

Por no demostrar lo que siento.

Me miro al espejo

Mis ojos se apagan

La luz a lo lejos

Se acerca despacio

A mi hija adorada

Le pido un abrazo

El lazo se estrecha

Vale la pena esperar

Si en el final

Está mi realidad.

Mis sentimientos más transparentes

Mi vida entera por ellas.

***


Me llamaron para ir a una conferencia a la Universidad de Barcelona. Es una gran experiencia. Con el último curso de estudiantes que hacen logopedia les explicaba mi experiencia como madre de una niña sorda, les enseñaba fotografías. Después contestaba a las preguntas o dudas que ellos pudieran tener. Y les recalqué cómo dar consejo de cómo hablar a las personas con deficiencia auditiva. No olvidéis que muchos sordos no oyen ni se oyen a si mismos, dependiendo del grado de sordera que tenga.

Muchos llevarán prótesis auditivas y con ellas podrán escuchar, pero otros muchos sólo leen los labios. Por ello es necesario que le hablen a la cara, mirándole a los ojos para facilitar la labiolectura. Es necesario que le llaméis la atención con un gesto para que pueda entender que queréis comunicaros con él o ella. Vocalizar bien, pero sin exagerar y sin gritar, Y hablar poco a poco. Un sordo que lleva audífonos no es como un oyente. El aparato no hace milagros. La comprensión del lenguaje exige una larga y difícil reeducación. El aparato ayuda, pero necesita el apoyo de la lectura labial. Un sordo sigue difícilmente una conversación de grupo sin ayuda de un intérprete. Muy a menudo carecen de vocabulario, y no reconocen todas las palabras. Si no os entiende cuando habláis, repetirlo. Si es necesario, buscar un sinónimo o ayudaros con un gesto o escribiendo la palabra. El que algunos no sepan la lengua de signos, no significa que intentemos buscar un nuevo lenguaje o vocabulario para hacernos entender. Es como cuando en la era cavernícola; ellos no hablaban, pero con señas y gritos y gemidos se entendían perfectamente. La inteligencia no se basa solamente en saber hablar. El inventar y descubrir nuevas estrategias hacen que el campo de la libertad de expresión se amplíe.

Creo que en esta etapa de Ruth hay que destacar cinco puntos importantes para cualquier sordo: La detección (sería la presencia o ausencia del sonido), la discriminación (cuando ya es consciente de que oye hay que estudiar cómo es el sonido de lo que oye, por ejemplo; en casa la acercaba a la puerta y la llamaba al timbre para que escuchara el sonido inmediatamente después de timbrar. En la lavadora, la sentaba encima y hacía que sintiera las vibraciones y escuchara el ruido de la lavadora. Con el teléfono cuando sonaba le explicaba que después de que sonara, apretaba un botón y podía comunicarme con alguien al otro lado de la línea. Con los pájaros le enseñaba a escuchar el piar de las aves. Con los gatos le enseñaba como maullaban. La identificación de las cosas como sus juguetes, imágenes, fotografías, dibujos, etc. El reconocimiento de palabras que pueden ser ayudadas por la lectura labial o por signos. La comprensión: aquí no sólo se habla de audición, si no de poner esta audición en lenguaje oral, en definitiva; comunicarse.

Un camino largo

Una historia nueva

Una vida pasada

Dos niñas

Dos soles

Dos mundos

Tres deseos

Tres dudas

Tres palabras

Cuatro tréboles

La suerte la tuve

La tengo y la guardo…